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Los expedientes X de la neurociencia

El síndrome de Capgras 

Esta sección en Los expedientes X de la neurociencia es fascinante, aunque rompe un poco el corazón. El síndrome de Capgras es una situación específica en la que uno no reconoce a las personas conocidas. Tu madre puede parecerse a ella, sonar igual e incluso tener los mismos recuerdos que ella, y sin embargo no la reconoces como tu madre, sino como una persona parecida o una impostora. Este delirio también puede trasladarse a objetos como tu casa, en donde crees que estás viendo otra casa, aunque te des cuenta de que es muy parecida a la tuya.


El síndrome de Capgras suele ser un síntoma de un trastorno psiquiátrico o una demencia, pero también puede estar causado por una lesión cerebral, una infección o el abuso de drogas.

Llamado así por el psiquiatra francés Joseph Capgras, que describió por primera vez este fenómeno en 1923, fue un síntoma extraño e inusual de comprender, e incluso un siglo después, las razones precisas siguen siendo un misterio. En 1991, M. David Enoch y William (Bill) Trethowan [1] intentaron resolver este misterio considerándolo no como una anormalidad neurológica, sino como una disputa psicológica con tu propio conflicto interno de amor-odio, dirigiendo el odio hacia el impostor pero conservando el amor por la persona original.

Esto puede ayudar a explicar la relación con personas conocidas, pero no explica por qué este delirio se extiende a objetos y lugares como la vivienda de una persona. Desde el punto de vista de la neurociencia, se cree que tiene que ver con las partes visuales y de memoria de nuestro cerebro, y con cómo están conectadas con nuestras áreas emocionales a través del sistema límbico. Esto explicaría por qué el cerebro puede reconocer a una persona conocida, pero es incapaz de asociarla con el contexto emocional correcto, lo que puede dar lugar a que tu madre se sienta como una mujer que puedes conocer, pero con la que no tienes ninguna conexión emocional.

Podría parecer sensato si tenemos en cuenta el siguiente caso, en el que un hombre desarrolló el síndrome de Capgras después de que un accidente de coche le dejara una lesión cerebral traumática. [2] Tras recuperarse aparentemente bien, era capaz de identificar a sus padres, pero solo como impostores que parecían y actuaban como ellos. Curiosamente, esto no ocurría si hablaban por teléfono, en donde aceptaba sin problemas que eran sus padres. Los científicos llegaron a la conclusión de que cuando la corteza visual del cerebro no estaba trabajando, como cuando hablaba por teléfono con sus padres y no lo hacía en persona, los recuerdos y el contexto emocional permanecían acoplados, lo que significaba que podía relacionarse libremente con sus padres sin ninguna distracción delirante. Esto le añade peso a las evidencias que sugieren que el síndrome de Capgras es el resultado de una desconexión entre las regiones visuales y emocionales del cerebro.

Otro caso de una mujer de 77 años con este síndrome, explica aún más este fenómeno. Su hijo la encontró hablando con una persona en el espejo. Al ser sorda, utilizaba la lengua de signos, y cuando su hijo le preguntó por esta otra mujer en el espejo, la madre le dijo que aunque se parecía a ella e incluso habían tenido unas vivencias similares, no era posible que fuera la misma persona. Lo sabía por el mal uso de la lengua de signos de la mujer en el espejo. Podía identificar otros reflejos en el espejo como simples reflejos, pero el suyo le parecía una persona diferente.

Lo que nos dice la neurociencia es que la parte de nuestro cerebro responsable del reconocimiento facial está predominantemente en el hemisferio derecho. Cuando los científicos estudiaron su cerebro, se vio que había una notable reducción del tamaño de la región temporoparietal en el lado derecho del cerebro, una área implicada en la cognición, la memoria y el lenguaje, lo que puede ayudar a explicar algunos de estos sucesos. Aunque entendemos el cerebro a un nivel mucho más profundo que en 1923, el síndrome de Capgras aún no se comprende del todo, aunque casos como éste ayudan a los neurocientíficos a descubrir un poquito más lo que está pasando.

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¿Era mi cara o la tuya?


Este parece el momento perfecto para hablar sobre caras. En concreto, de por qué algunas personas parecen no poder recordarlas, un término que los científicos llaman prosopagnosia o ceguera facial. Una persona con prosopagnosia no puede reconocer fácilmente los rostros que deberían ser familiares, y a menudo no puede distinguirlos de rostros desconocidos como los de unos completos extraños. La prosopagnosia provoca dificultades para recordar visualmente no solo las caras, sino también para identificar puntos de referencia u objetos, lo que puede dificultar especialmente tareas como la navegación. En los casos más graves, las personas también pueden tener dificultades para reconocerse a sí mismas. Todavía hay muchas cosas que no están claras sobre lo que ocurre en el cerebro durante la prosopagnosia, pero se cree que hay un problema de conectividad entre nuestras áreas visuales y los centros de memoria de nuestro cerebro. Lo sabemos porque una persona con prosopagnosia que reconoce un rostro familiar puede tener dificultades para recordar cualquier detalle sobre otra persona si sale por ejemplo de la habitación que están compartiendo.


Los científicos creen que existe un componente genético en la prosopagnosia, ya que aproximadamente el 2% de la población nace con este desorden. Si naces con ella, hay pruebas de que la prosopagnosia se desarrolla como resultado de un defecto en una parte del cerebro llamada giro fusiforme. [a] Esta área está implicada en el reconocimiento, con gran detalle, de los rostros humanos y evolucionó para ayudarnos a identificar las caras de nuestra familia y otros miembros de nuestra comunidad. Como tal, parece ser un área que está especialmente pre-programada con información esencial para esta tarea, y los problemas en el desarrollo del giro fusiforme conducirán a dificultades como la prosopagnosia más adelante en la vida.


Sin embargo, las personas no solo nacen con prosopagnosia, sino que pueden adquirirla a lo largo de sus vidas, normalmente a causa de una lesión cerebral, un accidente cerebrovascular o una enfermedad degenerativa. Los escáneres cerebrales realizados recientemente a un hombre de 65 años que había notado que su prosopagnosia empeoraba revelaron cambios impactantes en el cerebro. Las áreas del cerebro que procesan el reconocimiento facial y los recuerdos se estaban reduciendo, lo que provocaba una ceguera facial más grave [3] (el giro fusiforme y el lado derecho del lóbulo temporal). Estos cambios parecían producirse sobre todo en el lado derecho del cerebro, que contribuye en gran medida a nuestro procesamiento visual.


En la actualidad, no existe una cura para la prosopagnosia, sino que los tratamientos se basan en practicar ejercicios compensatorios, como tratar de memorizar la ropa de una persona o las características más destacadas de su aspecto, lo que puede conducir a mejoras sustanciales de la afección. Si algo de esto te resulta familiar, existen varias pruebas como la prueba de Reconocimiento Facial de Benton o la prueba de Memoria Facial de Cambridge. Estas pruebas se basan en observar una serie de rostros y emparejarlos con otro rostro idéntico, o con un rostro que se haya mostrado unos instantes antes.

[a] El procesamiento facial en el cerebro depende del giro fusiforme, la corteza occipital y el surco temporal superior para identificar el rostro de una persona con una especificidad excepcional.
Un millón de cosas para preguntar a un neurocientífico

El fenómeno de la llamada del vacío 

¿Has estado alguna vez en la cima de un edificio alto o en el borde de un acantilado y tenido un repentino pero breve impulso de saltar? No tienes verdadera intención de saltar, quizás ni sufres depresión, ni de pensamientos suicidas, ni angustia, pero ese impulso aparece de todas formas. Resulta que la neurociencia tiene un nombre para este tipo de ocurrencia – el fenómeno de los lugares altos, también denominado la llamada al vacío – y en realidad es muy normal y común. También hay relatos similares sobre impulsos de saltar delante de un tren, meter la mano en el fuego o girar el volante hacia el tráfico. Afortunadamente, la gente no suele seguir ese impulso inicial, y aunque la mayoría de los relatos sobre este fenómeno son anecdóticos, hay un equipo de científicos de Florida (EE.UU.) que decidió echar un vistazo más a fondo. [4] 


El equipo de investigación preguntó a 431 estudiantes sobre este tipo de episodios e incidencia a lo largo de sus vidas, y un sorprendente 55% reconoció haberlos experimentado en algún momento de sus vidas. Como neurocientíficos, aún no comprendemos por qué se producen estos pensamientos, pero las pruebas de este estudio pusieron de manifiesto que el aumento de los niveles de ansiedad se correlaciona con una mayor frecuencia de estos pensamientos impulsivos. [b] La ansiedad, que no es infrecuente entre los estudiantes, puede haber dado lugar a una mayor incidencia en comparación con la población en general. Todavía no se ha estudiado por qué la ansiedad influye en este comportamiento.


Sin embargo, la ciencia nos ha revelado que el fenómeno de los lugares altos es posiblemente el resultado del retraso en una fracción de segundo entre dos señales cerebrales con instrucciones opuestas. Una señal se basa en nuestro instinto de supervivencia, que advierte el peligro y nos dice que debemos evitarlo, como una caída desde una gran altura o un tren que nos golpea de frente. Otra señal, procedente de nuestro cerebro más lógico, nos dice que estamos relativamente seguros en el lugar en el que nos encontramos y que no existe una amenaza real para nuestra supervivencia. Las señales resultantes son interpretadas por nuestro cerebro -ahora algo confundido- para que transmita este mensaje bastante extraño y así podemos llegar a experimentar el fenómeno de la llamada al vacío. Así que, si alguna vez tienes un impulso repentino de saltar desde la cima del Everest, recuerda que es normal, pero de todos modos por favor no lo hagas.


[b] Ten en cuenta que si estos pensamientos ocurren con regularidad y duran más de un breve momento, puede ser un signo de algo más grave y debes consultar a un profesional médico.

¿Por qué no leer el libro completo?

Un Millón de Preguntas Para Un Neurocientífico – descubriendo el cerebro (Dr Mike Tranter)

Referencia:

1. Enoch & Trethowan (1991). Uncommon psychiatric syndromes. (3rd ed), Oxford, Boston; Butterworht-Heinemann.

2.  Hirstein & Ramachandran (1997). Capgras syndrome: a novel probe for understanding the neural representation of the identity and familiarity of persons. Proc Biol Sci; 264 (1380).

3.  Grossi, et al. (2014). Structural connectivity in a single case of progressive prosopagnosia: the role of the right inferior longitudinal fasciculus. Cortex; 56.

4.  Hames, et al. (2012). An urge to jump affirms the urge to live: an empirical examination of the high places phenomenon. Journal of Affective Disorders; 136.

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